Del vinagre que ahora bebo la culpita es solo mía y maldigo hasta la hora que probé la libertad. Pordiosera de cariño, te suplico noche y día que en la cárcel de tus brazos tú me vuelvas a encerrar.
Manda repicar campanas y yo las repicaré, manda que se seque el Darro y no volverá a correr. Pero por amor de Dios, pero por amor de Dios, no mandes que no te quiera porque eso no puedo yo.
Mucho te quiero y me muero, mujer, mucho, te juro por Diós, y si te vi, no me acuerdo, después de que en sus brazos cayó.