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O es un buen título, desde luego. Suena corto y rotundo, juguetón, es fácil de recordar, y tiene algo de ese enigma indescifrado de los relatos de Alejandro Pedregosa. Historias breves, intensas, portentosas, escritas con la maestría de un artesano minucioso, y que traen un lejano regusto de leyenda, de fábula moral y atribulada. Un retablo de personajes de una existencia efímera que aparecen tras el telón y que saludan desde el escenario antes de enfrentarse a su destino, trágico a veces, con la resignación del penitente. Todo narrado con un estilo preciso y elegante, nunca exento de humor y deslumbrante como el filo de un estilete sobre el que se reflejara, cegador y acerado, a modo de un espejo desazogado, el sol.
Jesús Marchamalo
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