Savater piensa de manera aforística. En él esa disposición se camufla y engarza a través de un mecanismo asociativo. Filósofo de apariencia caudalosa, una lectura microscópica de su estilo revela que las máximas breves son el núcleo, las células de su lógica. En otras palabras, jamás ha eludido los aforismos: los ha integrado en otra arquitectura. Un Savater sentencioso y sinóptico se afila debajo del Savater verboso y elocuente que creíamos conocer: desde los primeros títulos juveniles hasta la actualidad, no ha dejado de acreditar una asombrosa capacidad para pensar lo complejo en términos sencillos, para pulir ideas en palabras exactas.